Tuesday, March 11, 2014

Educación sin estereotipos, o por qué me cagaron SkyppyJon Jones


Una de las pocas tiendas por departamentos cerca de mi casa es Marshals. Siempre es un caos. Ahora, después de mucho sufrimiento, me imagino, cada crema, cada perfume, cada loción tiene una llave de seguridad para impedir que la gente simplemente los abra, los use o se los robe. La ropa está tirada y desordenada, la fila de las cajas es simplemente insufrible. Pero vale la pena, de vez en cuando, para hallar cosas a precios increíbles.

En alguna de esas visitas fortuitas, para aguantar la tortura, busqué un libro para mi hija -los pobre libros también están destruidos, algunos datan de centurias pasadas y no se entiende cómo es que todavía están a la venta. Los dibujos tienen colores brillantes y llamativos, y como somos amantes de los gatos, la lectura prometía: Skyppyjon Jones.

En la primera y fugaz lectura, vi que se trataba de un libro en "spanglish". O algo así. Y me pareció divertido. Algo más para nuestro hogar híbrido, donde se lucha por conservar el español, la lengua materna oprimida por el uso hegemónico del inglés.

Me resultó divertida la historia del gatito siamés que al saltar y saltar en su cama, encuentra a su alterego en el espejo: un chihuahua. Y mi closet ha emulado el mundo de aventuras en el que vive... también estalla como piñata de vez en cuando.

Esta semana vino el catálogo de la feria de libros que se llevará a cabo en la escuela, en la misma semana de entrega de notas. Le di la hija a mi hija y, en mi infinita sabiduría, le sugerí que se decidiera por el nuevo cuento del tal Skippyjon Jones. Desde luego que no, ella escogió a "Doc McStuffins", una hermosa niña morena que es veterinaria. El libro cuenta cómo el juguete favorito de Doc McStuffins es una sirenita llamada Melinda.

Skippyjon está a precio de feria. Así que fui a Amazon a comparar precios y realmente vale la pena. Y como un link lleva a otro, me sumergí en el mundo del famoso siamés. Su creadora, Judy Schachner, ha creado un verdadero negocio con el personaje; no sólo es una serie interminable de aventuras, sino juguetes y ropa. Y todo, a partir de su propia mascota. Sí, Virginia, ¡existe Skippyjon Jones!

En la noche, le mencioné a mi esposo el asunto de la feria de libro, y al final, que sea la niña que decida cuál libro quiere -ojalá que no sea de Princesas... ese será tema de otro post. Él, hijo de padres salvadoreños nacido en Florida, tiene una herencia híbrida: transita entre dos culturas de forma permanente -anglo e hispana- con un vehículo ágil y compacto... el spanglish.

Hablar en español y usar verbos o sustantivos no es lo mismo que hablar spanglish; es hablar en inglés predominantemente y usar el español para enfatizar. Como él dice, sus reuniones de trabajo con latino-americanos, "de negocios en inglés, emociones en español". Para mi, una "outsider", es maravilloso tener esa flexibilidad cerebral.

Entonces tocamos el tema de Skippyjon. "Yo realmente no lo entiendo", me quejé. Por la construcción gramatical, porque tiene términos inventados, porque... "¿A caso no es latina la autora?", me preguntó. Y no, es una mujer blanca, de Massachusets. Comenzamos a analizar el asunto, a buscar referencias. El asunto se tornó más grave de lo que pensábamos: en la corriente defensora de las lenguas maternas, que buscan preservar el español, creando libros hermosos bilingües... el tal gato-chihuahua es considerado de la peor lacra racista, una apología al estereotipo de los latinos... convertido en industria.

En el sitio web DeColoresReviews.comBeverly Slapin hace un análisis detallado de la evolución de algunos famosos estereotipos latinos en la sociedad anglosajona que explican la razón de ser de Skippyjon. Desde Speedy González (1953), Frito Bandito, la mascota de las tostadas de maíz (1967) hasta el perro Chihuahua de la cadena multinacional Taco Bell.

La verdad, me da vergüenza. En varios foros de padres, algunos preguntan si de verdad es tan grave la cuestión y no sería mejor no buscarle tres pies a este gato sabiendo que tiene cuatro: se trata de historias chistosas que despiertan la imaginación infantil. Pero no, muchos opinan que es una forma de acostumbrar a nuestros niños a aceptar las burlas, a pasar por normal la degradación de nuestra cultura, de nuestro idioma.

Por opción, mi canasta básica carece de muchos ítems básicos e indispensables para otras mujeres, como maquillaje, tacones, citas con la estilista y esmalte de uñas. Vengo de un país donde los libros son caros, se estudia con fotocopias y se conforma con lo que hay.

Aprendí la lección. No sólo dejaré que mi hija elija qué libros quiere sino que trataré de documentarme un poco antes de tomar la decisión (Si no son las Princesas Disney, claro está.



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